Llegué a casa, como cualquier otro día, pero todo estaba en silencio, y tu cazadora no estaba en el perchero. Te busqué por toda la casa, pensé que simplemente te habrías retrasado, pero el tiempo pasaba, y aunque no quería, empezaba a preocuparme. Me aseguré mil veces por si había alguna nota, o si tenía algún mensaje, pero no. Intenté llamarte, pero no cogías el móvil. Estaba a punto de salir, y entonces oí que la puerta se abría. Eras tú, y un ramo de rosas te acompañaba.